Este dolor no es mío - Reseña crítica - Mark Wolynn
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Este dolor no es mío - reseña crítica

Este dolor no es mío  Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Autoayuda y motivación y Desarrollo personal

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: It Didn’t Start With You

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9788484456810

Editorial: Gaia

Reseña crítica

La que sigue a continuación es una síntesis de las observaciones empíricas realizadas por Mark Wolynn en su práctica profesional como director del Family Constellation Institute de San Francisco, junto con los últimos descubrimientos de la neurociencia, la epigenética y la ciencia del lenguaje.

Habrá un antes y después en tu historia a partir de este libro: podrás identificar las pautas familiares heredadas, es decir, los miedos, los sentimientos y las conductas que has adoptado sin saberlo y que mantienen vivo de generación en generación el ciclo del sufrimiento. Además, sabrás cómo poner fin a este ciclo.

¡Anímate a dejar atrás las pautas de tu historia familiar!

Confronta el trauma

Cuando intentamos resistirnos a algún sentimiento doloroso, lo que solemos conseguir es prolongar ese mismo dolor que queremos evitar. Esta actitud desemboca en la continuación del sufrimiento. Ese estar mirando siempre fuera de nosotros mismos puede impedirnos saber cuándo hemos dado con el objetivo.

Es innegable: la historia de nuestra familia es nuestra historia, reside en nosotros, nos guste o no. No podemos deshacernos de nuestros padres ni suprimirlos, sea cual sea la historia que tengamos con ellos.

Ellos están en nosotros y nosotros formamos parte de ellos, aunque ni siquiera hayamos llegado a conocerlos. Si los rechazamos, solo conseguimos distanciarnos más de nosotros mismos y crear más sufrimiento.

El lenguaje es una herramienta de curación poderosa, y no es por casualidad. Curarse de un trauma se asemeja en muchos sentidos a crear una poesía. Ambas actividades requieren encontrar el momento oportuno y las palabras e imágenes adecuadas.

Al descubrir el lenguaje adecuado, no solo queda al descubierto el trauma, sino que se desvelan las herramientas e imágenes necesarias para la curación.

Los traumas tienen una característica bien documentada y que nos resulta familiar a muchos: nos impiden articular lo que nos pasa. No solo nos quedamos sin palabras, sino que, además, nos alteran la memoria.

En el transcurso de un incidente traumático, nuestros procesos de pensamiento se pueden dispersar y desorganizar tanto que al final dejamos de reconocer que los recuerdos pertenecen al hecho inicial.

En vez de ello, en el inconsciente se nos quedan grabados fragmentos de recuerdo, dispersados en forma de imágenes, de sensaciones corporales y de palabras, que pueden activarse más tarde por cualquier cosa que nos recuerde la experiencia de partida.

La repetición traumática o “compulsión de repetición” es un intento por parte del inconsciente de volver a vivir lo que ha quedado por resolver, para intentar “hacerlo bien”.

Este impulso inconsciente de volver a vivir los hechos del pasado puede ser uno de los mecanismos que intervienen cuando las familias repiten en generaciones posteriores los traumas pendientes de resolver. Tenderemos a seguir repitiendo nuestras pautas inconscientes hasta que las saquemos a la luz de la consciencia.

Entender una cosa a nivel intelectual no suele bastar por sí misma para que se produzca un cambio perdurable. Suele ser preciso que esta consciencia se acompañe de una experiencia visceral y que se sienta de manera honda.

Para procesar un trauma, a los pacientes les suele resultar útil pasar por una vivencia directa de los sentimientos y sensaciones que han mantenido sumergidos en su cuerpo.

Según Rachel Yehuda, cuando hemos entendido para qué sirven los cambios biológicos producidos por el estrés, “podemos desarrollar un modo mejor de explicarnos a nosotros mismos nuestras verdaderas capacidades y potencialidades”.

Vistos de este modo, los traumas que heredamos, o nuestras propias experiencias personales, no solo pueden crear un legado de aflicción sino que también son capaces de forjarnos un legado de fuerza y de resistencia que se hará sentir durante las generaciones que sigan a la nuestra.

La genética

La historia que compartes con tu familia comenzó aun antes de que te concibieran. En tu forma biológica más temprana, la de óvulo no fertilizado, ya estás compartiendo un entorno celular con tu madre y con tu abuela.

Gracias a los nuevos conocimientos que nos están aportando los estudios de Yehuda y de otros autores sobre los modos en que se puede heredar el estrés, podemos empezar a trazar cómo se pueden transmitir los residuos biológicos de los traumas que vivió tu abuela, con consecuencias de amplio alcance.

Nuestro plano genético no es más que el punto de partida, pues las influencias del entorno empiezan a moldearnos emocional, psicológica y biológicamente incluso desde el momento de nuestra concepción, y este proceso de moldeado prosigue a lo largo de nuestras vidas.

La epigenética es el estudio de los cambios heredables de la función genética que se producen sin cambios en la secuencia del ADN cromosómico (el ADN responsable de la transmisión de rasgos físicos), que sólo constituye menos de un 2 por ciento del total de nuestro ADN.

El 98 por ciento restante está compuesto por el llamado ADN no codificante (ADNnc), que es responsable de muchos de los rasgos emocionales, de conducta y de personalidad que heredamos.

Se sabe que los factores de estrés ambientales, como las toxinas y la nutrición inadecuada, así como las emociones estresantes, afectan al ADN no codificante.

Todo esto influye a la hora de sanar, cargamos con esa historia en nuestros genes. Muchas veces, las personas no son capaces de identificar el origen de sus síntomas, el cual se encuentra en una generación anterior; suelen suponer que su problema arranca de su propia experiencia vital, y no son capaces de encontrarle una solución.

Cuando identificamos las fuentes de nuestros traumas generacionales, nuestros fantasmas pueden dejar de acosarnos y pasar a formar parte de nuestra historia, sin más.

Una de las maneras fundamentales en las que hacemos esto es dejándonos conmover por una experiencia o por una imagen lo bastante fuerte como para eclipsar las viejas emociones y sensaciones del trauma que viven dentro de nosotros.

Las experiencias nuevas pueden crear nuevas vías neuronales. Estas nuevas vías neuronales se refuerzan con la repetición y se profundizan con la atención centrada.

Los cuatro temas inconscientes

Cualquiera de los siguientes temas puede obstaculizar nuestra capacidad de desarrollarnos y de alcanzar las metas que nos marcamos, limitando nuestra vitalidad, salud y éxito, y saliendo a relucir en nuestra conducta y relaciones de pareja:

  1. Nos hemos fusionado con un progenitor: Cuando nos fusionamos, compartimos inconscientemente un aspecto de la vida, que en muchos casos suele ser negativo. Repetimos o revivimos determinadas situaciones o circunstancias, sin establecer la conexión misma que puede liberarnos.
  2. Hemos rechazado a un progenitor: Ya estén vivos o muertos, ya estemos alejados de ellos o mantengamos relaciones amistosas, lo cierto es que nuestros padres, y los traumas que ellos vivieron o heredaron, guardan una clave para nuestra curación. Cuando rechazamos a nuestros padres, no somos capaces de ver los modos en que somos semejantes a ellos. Rechazamos esas conductas en nosotros mismos y solemos proyectarlas sobre las personas que nos rodean. Podemos atraernos a amigos, parejas o socios en los que se manifiesten las mismas conductas que rechazamos, lo que nos brinda oportunidades incontables para que reconozcamos esa dinámica y la curemos.
  3. Hemos vivido una ruptura temprana del vínculo con nuestra madre: Cuando se ha producido esta ruptura temprana, lo más probable es que sientas un cierto grado de ansiedad al intentar establecer un vínculo con la otra persona en una relación de pareja.
  4. Nos hemos identificado con un miembro de nuestro sistema familiar distinto de nuestros padres: Aunque sostenemos una relación fuerte y cariñosa con nuestros padres, portamos unos sentimientos difíciles que somos incapaces de explicar. Solemos dar por supuesto que el problema surge dentro de nosotros mismos y que terminaremos por descubrir su origen si profundizamos lo suficiente. Pero mientras no desvelemos el hecho concreto desencadenante en nuestra historia familiar, podemos estar reviviendo miedos y sentimientos que no nos pertenecen.

Uno de los grandes obstáculos en la tarea de resolver los traumas es que la fuente de estos suele estar oculta.

Si entendemos los temas y si sabemos buscarlos, podremos identificar cuáles son los que están actuando en nosotros y nos están impidiendo gozar de la plenitud de nuestra experiencia vital.

El mapa del lenguaje nuclear

Las palabras que empleamos para describir nuestras inquietudes y luchas pueden decir más de lo que pensamos.

La primera etapa de este camino verbal será la queja nuclear. Solo tienes que asomarte dentro de ti. Para oír la queja nuclear en nuestro lenguaje cotidiano, buscamos el hilo de emoción más profunda en el tejido de las palabras que pronunciamos.

Atendemos a las palabras que tienen la máxima resonancia emocional. A veces, estamos presos de un miedo que nos debilita. En ocasiones, pedimos o exigimos algo con un cierto matiz de apremio.

Cuando analizamos la queja nuclear, no solo atendemos a nuestro lenguaje hablado, sino que observamos también nuestro lenguaje somático, es decir, el de nuestro cuerpo físico. También prestamos una atención especial a los síntomas y a las conductas que destacan por ser poco corrientes o muy personales.

El lenguaje nuclear de nuestra queja nuclear puede servirnos de brújula para guiarnos a través de las generaciones de angustia familiar no explicada. Puede llevarnos hasta un hecho traumático que espera que lo recordemos y lo exploremos para darle el descanso definitivo.

En segundo lugar, hay que echarles un vistazo a los descriptores nucleares, adjetivos y frases espontáneas que funcionan como vía de acceso a nuestros sentimientos inconscientes.

El ejercicio de recoger por escrito una lista de adjetivos y de frases tal como nos vienen a la cabeza nos brinda la oportunidad de saltarnos la versión adulta, racionalizada y depurada de la historia de nuestra infancia. El problema no es lo que nos hayan hecho nuestros padres, el problema es que seguimos aferrados a ello.

Estos descriptores no mienten, porque salen de una imagen interior que portamos, de una imagen que nos formamos hace mucho tiempo, quizá para protegernos del dolor. No importa si tus padres viven o si han fallecido. Cuando hayas descifrado tus descriptores nucleares, podrán empezar a cambiar por fin los sentimientos hacia tus padres.

En tercer lugar, aparece la frase nuclear. Las penalidades que sufres dentro de ti mismo (la preocupación constante, las emociones abrumadoras, las sensaciones corporales desmoralizadoras) pueden parecerte una condena a cadena perpetua, a pesar de que no hayas pasado por ningún juicio ni recibido una condena.

Encontrar una salida es más sencillo de lo que crees. Solo tienes que “cumplir condena” con una “sentencia” distinta de la que crea el peor de tus miedos. Esta sentencia es una frase que te acompaña, probablemente, desde que eras un niño pequeño.

Si tu vida se hundiera, si las cosas fueran terriblemente mal, ¿cuál es tu peor miedo? ¿Qué es lo peor que podría pasarte? Escribe tu respuesta, verás cómo se pone en marcha un proceso de autodescubrimiento.

Sobre el final del mapa, encontramos el trauma nuclear. Hay dos maneras de desenterrar el trauma nuclear. La primera es por medio de un genograma y la segunda es por medio de una pregunta puente.

Un genograma es una representación visual de un árbol genealógico. Para prepararte el tuyo, darás los pasos siguientes:

  1. Prepara un diagrama de las tres o cuatro últimas generaciones de tu familia.
  2. Junto al cuadrado o el círculo que representa a cada miembro de la familia, escribe los traumas importantes y el destino difícil que vivió esa persona.
  3. Escribe como encabezamiento del genograma tu frase nuclear. A continuación, observa a cada uno de los miembros de tu sistema familiar.
  4. Contempla tu genograma con tranquilidad. Déjate guiar por tus pensamientos, tus sentimientos y tus sensaciones corporales. Ahora, pronuncia en voz alta tu frase nuclear.

Es probable que las cosas invisibles o que han quedado sin decir dentro de la historia de tu familia también hayan quedado ocultas en las sombras de tu propia conciencia. Una vez que establezcas la relación, lo que antes estaba oculto puede convertirse en oportunidad para la curación.

Otra manera posible de encontrar el trauma subyacente es formular una pregunta puente. Se trata de una pregunta con la que se relaciona el presente con el pasado. Si excavas los sentimientos del mayor de tus miedos, puedes llegar hasta la persona de tu sistema familiar que tuvo motivos para sentir eso mismo que tú sientes.

Como la frase nuclear puede proceder de una generación pasada, localizar a su legítimo propietario puede traernos la paz y la comprensión, no solo a nosotros sino también a nuestros hijos.

Notas finales

A veces, nos basta con el mero hecho de establecer la relación entre nuestras vivencias y un trauma familiar no resuelto. Otras personas debemos complementar esa conciencia de lo que pasó en nuestra familia con un ejercicio o una experiencia que nos produzca una liberación o nos alivie más el cuerpo.

Ha llegado el momento de reunir los elementos de tu mapa nuclear y dar el paso siguiente.

Empieza por realizar una acción consciente con la que reconozcas el hecho trágico y a las personas a las que afectó. Las palabras adecuadas pueden liberarnos de vínculos y de lealtades familiares inconscientes, y poner fin al ciclo del trauma heredado.

Existen muchas frases curadoras que podrán ayudarte, ¡toma nota!

  • “Te prometo que viviré plenamente mi propia vida, en vez de volver a vivir lo que te pasó a ti”.
  • “Lo que pasó me servirá de fuente de energía”.
  • “Valoraré la vida que me diste haciendo cosas buenas con ella”.
  • “Haré un gesto significativo para dedicártelo”.
  • “Siempre estarás en mi corazón”.
  • “Haré una vida plena en tu honor”.
  • “Viviré mi vida con amor”.
  • “Haré que de esta tragedia salga algo bueno”.
  • “Ahora lo entiendo. Entender las cosas viene bien”.

Es posible que cuando crees tus frases curadoras, empieces a sentir que te arraiga dentro una nueva vivencia interna.

Estas vivencias nuevas tienen un efecto muy semejante al de recuerdos nuevos acompañados de entendimientos nuevos, de imágenes nuevas, de sentimientos nuevos y de sensaciones corporales nuevas. Pueden cambiarnos la vida y tienen la capacidad de eclipsar las imágenes viejas y limitadoras que nos han estado controlando.

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En el microlibro basado en “Espabila de una puta vez”, José Montañéz demuestra que la verdadera felicidad es crecer, cuestionar tu verdad, romper partes y creencias de ti que te limitaban, y así reconstruirte. Puedes hacer de ti una mejor versión y darte cuenta de que antes no eras feliz. Es magnífico ver que estás avanzando interiormente, y es imprescindible aprender a asumir un estado mental que te permita volar.

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¿Quién escribió el libro?

Es director de The Family Constellation Institute de San Francisco, y es pionero en el campo del trauma familiar. Es autor de numerosos bestsellers y conferenciante codiciado en clínicas, universidades e incluso empresas. Wolynn atiende a individuos y grupos, y además entrena terapeutas,... (Lea mas)

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